22 feb 2011

Oscuro Deseo

Sus labios pintados de negro sugerían una macabra mezcla de lujuria y oscuridad, y no mas lejos de la verdad, bajo su piel extremadamente blanca se ocultaba, entre sombras, un alma oscura y hambrienta de pecado. Y como no podía ser de otra manera, la lujuria la dominaba, igual que dominaba a quien se le acercaba, muchos hombres pasaron por su piel, y a todos los devoró, pero el hambre no se iba, ya que jamás encontró a ninguno capaz de satisfacer sus deseos, entonces la conocí.

Nunca tuve demasiada suerte con las mujeres, pero el día que la vi por primera vez supe que debía ser mía, pobre de mí, mosquito inocente, desde el principio caí en su telaraña. Al principio se mostraba dulce e indefensa, pero a medida que pasaba el tiempo, iba dejando ver, sin quererlo, pequeños destellos de su oscuridad, lo cual la hacía aún mas irresistible si cabe, ya no había escapatoria, me tenía en su poder. No sé que podría haber visto en mí, pero sin duda vio algo, algo que nadie podría ver, pensó que yo sería el que por fin podría saciar su apetito, así que me atacó.

Una noche fría, con unas cuantas copas de más, llegó la hora de volver a casa, entonces me miró con esos implacables ojos negros y me pidió que la acercara a su casa, no podía negarme, no quería negarme, así que la llevé. Una vez allí me invitó a subir, yo debía volver a casa pero mi cuerpo me lo impedía, intentaba articular palabras de negación pero mi voz y mis labios iban por su cuenta, "¿Por qué no?", dije.

Subiendo la escalera parecía que en aquel edificio no vivía nadie, se respiraba un aroma oscuro pero a la vez embriagador, al llegar a su puerta, la abrió y entramos. Su casa parecía una mezcla entre una cueva tenebrosa y un pastel de nata, extraña combinación que sin duda iban a juego con ella. Me ofreció una copa, la acepté, y me dijo que volvería en un momento. Tras cinco minutos apareció la preciosa silueta de un ángel sombrío, que se acercó a mí, y tomando mi mano, me condujo hacia su habitación y me lanzó hacia la cama. Era su muñeco, en ese momento no era dueño de mi cuerpo, no respondía a mis órdenes y me gustaba que así fuera.


Me fue tomando poco a poco, con suavidad y a la vez fiereza, sus besos me hacían estremecer y las caricias de sus frías manos paradójicamente hacían aumentar mi temperatura por momentos sin que yo pudiera hacer nada para evitarlo. No recuerdo si fue ella o fui yo quien se deshizo de mi ropa, me manejaba como un titiritero maneja a su marioneta, me movía a su voluntad, permanecía quieto cuándo ella quería, respiraba cuando ella deseaba. Me besó de una manera inexplicable, y desde ese momento solo recuerdo placer. Hicimos el amor durante largo rato, horas quizá, no puedo recordarlo, solo sé que en un momento determinado perdí el conocimiento.

Desperté en mi cama, no sabía decir si todo había sido un sueño o había ocurrido en realidad, así que la llamé, pero un contestador decía que el número no existía, fui al lugar donde vivía pero me dijeron que en esa casa hacía años que nadie vivía. Volví a casa pensando que todo había sido producto de mi imaginación mezclado con el alcohol de la noche anterior, y al entrar, vi en la mesa una tarjeta negra en la que con letras blancas, solo ponía:

  Gracias  

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